- Adamaris, la anciana dijo que tenía que buscar al hombre de mis
sueños.
-Suele decirse, aunque yo creí que las princesas os casabais por
intereses.
- Literalmente tengo que buscar al hombre de mis sueños, a ver, yo
tengo sueños extraños en los que además de sentir lo que en ellos ocurre,
siempre sale un hombre al que nunca veo completamente. Y Adamaris piensa que
sin él nunca podre gobernar. Es como la parte que me falta, una mitad que crea
un todo.
-¿Tendría que opinar?
-No si no quieres.
-Será mejor… Dando por hecho que ese hombre ha de gobernar a tu lado,
tendrás que dirigirte a regiones donde el primogénito en la línea de sucesión
de ese trono esté aún sin esposa, en edad de contraer matrimonio, y alcanzar un
acuerdo con su padre para que se case con la heredera al trono de un reino en
decadencia y abandone el suyo, que seguramente tendrá muchos más beneficios que
Gadeira… Sencillo.
- Te olvidas de las señales. Son algo que ese hombre debe de tener a la
fuerza, sino no será el indicado.
-¡Ah! Más fácil aún.
- ¿Piensas que estoy loca?
-Eso no es lo primero que se me pasó por la cabeza, sino, ¿Cómo vamos a
encontrarlo? Me casaré con Mariel cuando mi pelo sea gris y eso con la mayor de
las suertes.
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