Al principio aún con la capucha puesta no logré distinguir
ningún rasgo del hombre.
-Venga baja. ¿No querías comer?
En ese momento se descubrió y pude ver sus ojos negros que
nada tenían que ver con los de mi Ama, el cabello castaño sin rastro de la
melena rubia de su hermana y unos rasgos varoniles, eso sí, como los de Dorian,
pero sin su total rudeza, como con un cierto aire de estar a medio camino entre
el niño y el hombre.
-¿Se puede saber qué miras?
-Intentaba sacarte algún parecido con tu familia.
-Pues pierdes el tiempo. Todos dicen que me parezco a mi padre, al
cual, dudo que conocieras ya que murió en combate intentando salvar tu estúpido
reino.
-Mi reino no tiene nada de estúpido.
-Pues en esa época lo tuvo y muy estúpido por cierto, una estúpida
guerra que se saldó con la vida de miles de aldeanos y caballeros valientes,
para que tú pudieras gobernar. Cosa que ya que lo mencionamos debías de estar
haciendo y no esconderte por los bosques como veo que haces.
-Yo no me escondo, y para tu información mi padre también murió en esa
guerra, es más toda mi familia, excepto yo, murieron por culpa de esa guerra. Y
si me preguntases, sí, a mí también me parece estúpida, de hecho hubiera
preferido perder mi reino que crecer sola.
-Es fácil decir eso cuando has vivido llena de comodidades y con un
sequito de hombres y mujeres a tus pies que darían su vida por ti. Y todo por
nacer con un apellido distinto al mío, porque eso de “por la gracia de Dios” ¿Acaso Dios puso en algún
sitio el nombre de tu familia y quitó el de la mía?
-Si tanto nos odias a mí y a mi familia. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Por
qué te embarcaste en esta historia y accediste a protegerme?
-Yo no accedí a nada niña, esto es un doble castigo.
-Pues vete, aún estamos cerca. Avisa a tu madre y que mande a Dorian en
tu lugar.
-No puedo.
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