Pero anoche volví a verlo en sueños. Desde el puente se podía ver la cascada, era pequeña y salía de entre los arboles como por arte de magia, así, tranquila, irrumpiendo en la naturaleza con una gracia casi divina. Ese paisaje tan bucólico me hacía sentir una paz inigualable, era como si de repente flotase sobre el mundo y en el tiempo. El agua de la cascada bajaba limpia para golpear con fuerza contra unas pequeñas rocas que azarosamente estaban colocadas bajo ella. Me sentía feliz.
A pesar de lo bien que
me sentía notaba algo raro, tenía una sensación extraña, como si no escuchara
nada a mi alrededor, me sentía feliz, pero la sensación de extrañeza
seguía ahí. Me sentía de algún modo intrusa en aquel sitio.
La estampa era
preciosa, yo casi encima de la cascada. A lo lejos sobre el viejo puente él
sonreía con su sonrisa casi perfecta.
Más tarde nos encontrábamos frente a frente, mis ojos descubriendo los suyos tan cerca que podía sentirlo
respirar. Mi boca sentía su piel caliente, tramo a tramo, paso a paso… y de
repente un beso. Sentí sus labios, lo sentí a él hasta que algo me lo arrebató.
Era por la mañana, me
levanté somnolienta y desorientada. Miré por mi ventana.
Desayunando me sobrevino una extraña sensación… lo recordé. Todavía quedaba en
mis labios aquel beso, la sensación de una piel caliente y de sus gruesos
labios, pero ¿Cómo era posible? ¿Cómo pude haber sentido un beso si estaba
soñando?
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